jueves, 23 de febrero de 2017

"LA POBREZA Y FALTA DE CARIÑO ACORTA LA VIDA."(José Ángel Miyares Valle.

Foto: José Ángel Miyares Valle
 

"LA POBREZA Y FALTA DE CARIÑO ACORTA LA VIDA."(José Ángel Miyares Valle.

Es de lógica, al no poder medicarse y comer peores alimentos, padecer más frio y calor , gripes incurables junto a otras enfermedades, lógico que la vida se acorte para las personas pobres  que van a ser muchas , pero eso la sociedad materialista no le importa, pues las personas mayores, enfermas, no son rentables para la sociedad,  al no considerarles otros valores, como antes se decía la experiencia y los consejos ¿Quién tiene tiempo para escuchar a una persona mayor en una sociedad de vértigo? 

Se ha perdido el sentido de familia, aquella donde lo habitual era el respeto y lo que decían los abuelos, cúmulo de la experiencia y saber por su edad, iba a misa, se les pedía consejo y siempre eran sosegados y acertados, nunca te llevaban a cometer error y, abuelos entrañables que nos contaban cuentos al calor de la cocina de leña en las noches largas de invierno, mientras  la tormenta gemía a través de las gritas de las viejas puertas y a la luz de un candil o carburo, escenario cálido de amor familiar. Aquellos que tuvimos la suerte de nancer en una casa humilde de un pueblo donde no había llegado la luz eléctrica, entre montañas, donde las estrellas y la luna llena te acompañaba  por los caminos angostos en las noches  de esbillas o esfoyazas. Allí donde los vecinos bien avenidos, una vez realizadas las tareas del día , se reunían para quitar las hojas a la mazorcas del maíz o enristrarlas. Los niños jugábamos a escondernos debajo de la fuella u hojas, mientras los jóvenes se hacían requiebros o se cortejaban bajo la mira atenta de padres y abuelos que charlaban animadamente de sus vacas ,ovejas, cabras, siembras o de la inclemencias del tiempo.

Un vez terminada la tarea, derribado el montón de maíz, convertido en riestras o ristras de mazorcas que se colgarían al día siguiente en la tanobia o corredor del hórreo para secar, por los hombres más duchos en el arte de enristrar, se pasaba a disfrutar de la garulla que era una especie de degustación de licores, sidra dulce, nueces, avellanas, casadielles, (parecido a empandilla), castañas asadas etc.

No entrada mucho, la noche y terminada la ayuda vecinal,  emprendían el regreso de las familias a sus respectivos caseríos por caminos peónales o caminos sólo para personas entre risas y requiebros de los jóvenes y el guirigay de los niños a la luz de los faroles, mientras la helada blanqueaba los campos, los perros ladraban en la lontananza y las estrellas tiritaban en el limpio cielo.

Vemos ahora muchos de nuestro mayores en residencias, arrojados de nuestro cariño, olvidados, tristes, esperando el día de su muerte donde serán llorados y  cargados de flores, coronas y de cintas con muestra de cariño ficticio ¡cuánto hemos perdido como personas humanas y amor a nuestros  mayores, qué nos lo han dado todo¡

No es un cuento, es un homenaje a mis mayores, es mi vivencia, así lo viví y así lo escribo.  

José Ángel Miyares Valle

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